7 dic 2016

Primer manifiesto surrealista


   La consolidación del movimiento surrealista consta de tres fases, cada una de ellas se expresa mediante la publicación un manifiesto distinto. 
En esta ocasión, y para efectos del análisis de la obra Nadja, se considerará el primer manifiesto publicado por Breton en 1924, ya que en este se puede apreciar de manera clara cuales son los principios teóricos que sustentan al movimiento surrealista. 
   Como se explicó en la entrada anterior el primer manifiesto realizado por Breton, posee, a diferencia de otro tipo de manifiestos como el dadaísta, una estructura teórica concreta debido en gran medida a que en la realización de este se consideran investigaciones psiquiátricas que tiene relación con la carrera inicial de André Breton y a los aportes de Sigmund Freud sobre el inconsciente.
   Sobre los elementos que se tratan en el manifiesto consideramos los que sean de utilidad para entender de mejor forma la obra Nadja. Algunos de estos elementos son: La locura, critica al realismo exacerbado en la literatura, la represión de la imaginación, críticas a la razón objetiva y la lógica, la importancia de los sueños y el azar, la belleza, el espíritu, la subjetividad. 

   Una vez presentados estos elementos Breton presenta algunos pasos de la escritura surrealista de la mano de la escritura automática, para ello relata su experiencia en este tipo de escritura y después describe su procedimiento, para quien desee intentarlo. 

   Ya en las páginas finales se pueden encontrar algunas definiciones sobre el origen de la palabra surrealismo y su significado, además de presentar algunos de sus representes, según las clasificadores de André Breton. Finalmente el autor nos comparte algunos fragmentos de obras y poesía surrealista de su interés. 

   Presentaremos algunas de las citas que consideramos más destacadas dentro del manifiesto para efectos de ilustrar algunas de sus ideas principales:


“SURREALISMO: sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral” (p.13).


“Y si el viaje no merece las alforjas, si la razón objetiva deja en el más terrible abandono -y esto es lo que ocurre a quien la llama en su ayuda, ¿no será mejor prescindir de tales disquisiciones? «La diversidad es tan amplia que en ella caben todos los tonos de voz, todos los modos de andar, de toser, de sonarse, de estornudar...” (p.5)

“Si un racimo de uvas no contiene dos granos semejantes, ¿a santo de qué describir un grano en representación de otro, un grano en representación de todos, un grano que, en virtud de mi arte, resulte comestible? La insoportable manía de equiparar lo desconocido a lo conocido, a lo clasificable, domina los cerebros. El deseo de análisis impera sobre los sentimientos” (p.5).
“La experiencia está confinada en una jaula, en cuyo interior da vueltas y vueltas sobre sí misma, y de la que cada vez es más difícil hacerla salir. La lógica también, se basa en la utilidad inmediata, y queda protegida por el sentido común. So pretexto de civilización, con la excusa del progreso, se ha llegado a desterrar del reino del espíritu cuanto pueda clasificarse, con razón o sin ella, de superstición o quimera; se ha llegado a proscribir todos aquellos modos de investigación que no se conformen con los imperantes” (p.5).

“Con toda justificación, Freud ha proyectado su labor crítica sobre los sueños, ya que, efectivamente, es inadmisible que esta importante parte de la actividad psíquica haya merecido, por el momento, tan escasa atención.  Y ello es así por cuanto el pensamiento humano, por lo menos desde el instante del nacimiento del hombre hasta el de su muerte, no ofrece solución de continuidad alguna, y la suma total de los momentos de sueño, desde un punto de vista temporal, y considerando solamente el sueño puro, el sueño de los períodos en que el hombre duerme, no es inferior a la suma de los momentos de realidad, o, mejor dicho, de los momentos de vigilia” (p.6). 

“¿Por qué razón no he de otorgar al sueño aquello que a veces niego a la realidad, este valor de certidumbre que, en el tiempo en que se produce, no queda sujeto a mi escepticismo? ¿Por qué no espero de los indicios del sueño más lo que espero de mi grado de conciencia, de día en día más elevado? ¿No cabe acaso emplear también el sueño para resolver los problemas fundamentales de la vida?” (p.6).

“Por muy bien condicionado que esté, el equilibrio del espíritu es siempre relativo. El espíritu apenas se atreve a expresarse y, caso de que lo haga, se limita a constatar que tal idea, tal mujer, le hace efecto. Es incapaz de expresar de qué clase de efecto se trata, lo cual únicamente sirve para darnos la medida de su subjetivismo. Aquella idea, aquella mujer, conturban al espíritu, le inclinan a no ser tan rígido, producen el efecto de aislarle durante un segundo del disolvente en que se encuentra sumergido, de depositarle en el cielo, de convertirle en el bello precipitado que puede llegar a ser, en el bello precipitado que es. Carente de esperanzas de hallar las causas de lo anterior, el espíritu recurre al azar, divinidad más oscura que cualquiera otra, a la que atribuye todos sus extravíos” (p.6).
“El espíritu del hombre que sueña queda plenamente satisfecho con lo que sueña. La angustiante incógnita de la posibilidad deja de formularse.  Matá, volá más deprisa, amá cuanto querás. Y si morís, ¿acaso no tenés la certeza de despertar entre los muertos? Dejate llevar, los acontecimientos no toleran que los diferás. Carecés de nombre. Todo es de una facilidad preciosa” (p.7).
“Creo en la futura armonización de estos dos estados, aparentemente tan contradictorios, que son el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, en una sobrerrealidad o surrealidad, si así se puede llamar” (p.7-8).

“En la presente ocasión, he escrito con el propósito de hacer justicia a lo maravilloso, de situar en su justo contexto este odio hacia lo maravilloso que ciertos hombres padecen, este ridículo que algunos pretenden atribuir a lo maravilloso. Digámoslo claramente: lo maravilloso es siempre bello, todo lo maravilloso, sea lo que fuere, es bello, e incluso debemos decir que solamente lo maravilloso es bello” (p.8).  


“En aquel entonces, todavía estaba muy interesado en Freud, y conocía sus métodos de examen que había tenido ocasión de practicar con enfermos durante la guerra, por lo que decidí obtener de mí mismo lo que se procura obtener de aquellos, es decir, un monólogo lo más rápido posible, sobre el que el espíritu crítico del paciente no formule juicio alguno, que, en consecuencia, quede libre de toda reticencia, y que sea, en lo posible, equivalente a pensar en voz alta” (p.12).


 “Ordenen que les traigan recado de escribir, después de haberse situado en un lugar que sea lo más propicio posible a la concentración de su espíritu, al repliegue de su espíritu sobre sí mismo. Entren en el estado más pasivo, o receptivo, de que sean capaces. Prescindan de su genio, de su talento, y del genio y el talento de los demás.  Díganse hasta empaparse de ello que la literatura es uno de los más tristes caminos que llevan a todas partes. Escriban deprisa, sin tema preconcebido, escriban lo suficientemente deprisa para no poder refrenarse, y para no tener la tentación de leer lo escrito. La primera frase se les ocurrirá por sí misma, ya que en cada segundo que pasa hay una frase, extraña a nuestro pensamiento consciente, que desea exteriorizarse” (p.14). 
Foto tomada por Man Ray

Dejamos el siguiente enlace para revisar el manifiesto completo:

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